“Con una Gala Verdi a cargo de la soprano ruso-ucraniana María Guleghina, acompañada por la orquesta y coro de la ópera, y la dirección concertadora de Enrique Patrón de Rueda, se inauguró el pasado jueves 9 de mayo la decimonovena edición del Festival de México en el Centro Histórico, hoy sencillamente denominado Fmx.

La propuesta fue por demás interesante dado que la Guleghina fue una de las sopranos dramáticas más importantes de la segunda mitad del siglo XX, aunque y de alguna manera aún lo sigue siendo.

Dueña de una potentísima voz, la soprano posee la antigua escuela rusa de canto que, al igual que la de ballet, goza de reconocimiento universal. Y fue precisamente esa escuela lo más destacado de su presentación, puesto que la maestra no es ya ninguna jovencita sino una mujer y cantante de madurez plena que se asume como tal a sus cincuenta y cuatro años, y actúa en consecuencia, dando así, más allá de lo propiamente cantábile, una lección de profesionalismo que debiera ser aprovechado por más de una(o).

Consciente de lo que puede hacer, la soprano escogió un repertorio amplio y variado que no cualquiera se hubiera atrevido a plantear y que, si por un lado le permitió la muestra amplia de facultades y lucimiento pleno, por otro la obligó a cantar bastante más de lo que normalmente es usual en una ópera del propio Verdi, con las excepciones consabidas como “Che estranno…a forse é lui” y ligazón posterior.

Por ello fue que “abrió boca” con “Ritorna vincitor” de Aída y se siguió con Baile de máscaras “Ecco l`orrido campo” y se fue a “Ernani involami” mostrando una versatilidad y seguridad vocal verdaderamente impresionante, y no sólo eso, que ya hubiera dejado satisfecho a cualquier asistente (confieso que para mi faltaron algunos matices en Aida, situación que superó en sus intervenciones posteriores), sino que, siguiendo con su buena escuela y pese a que se trataba de un recital, la señora Guleghina interpretó a cada uno de sus personajes, y pudimos así penetrar en la sórdida atmósfera del valle de los ahorcados y sentir la petición-reclamo-deseo en el pedido a Ernani.

Ya con la “gola calda” la cantante ofreció un Nabucco que quedará en los registros y en donde, a menos que los que saben demuestren lo contrario, la señora alcanzó un mi natural que de común nada tiene en ningún escenario del mundo, cerrando su participación con otra interpretación “facilita”, “Mercé, dilette amiche” de las Vísperas sicilianas.

Con el público de pie que le aplaudió por varios minutos, María Guleghina, quien seguramente estaba bastante cansada después del “tour de force” que acababa de escenificar, pero que no lo evidenciaba, concedió un “encore” totalmente distinto a todo lo actuado hasta ese momento, ya que se fue a Puccini y, con su profunda y potente voz, otorgó otra dimensión a “O mio babino caro” de Gianni Scchicche.

Me atrevo a decir que incluso muy bien estuvo Patrón de Rueda, quien puso especial cuidado en tempiy niveles haciendo que, salvo un episodio horrible de parte de las trompetas, la orquesta y el coro –que tuvo como director huésped a Jorge Alejandro Suárez–, se escucharan con agrado y reconocimiento por parte de la audiencia.

Una gala pues, que fue en verdad “Gala” y, por lo tanto, formidable inicio para este 29 Fmx.”

Proceso